miércoles, 31 de agosto de 2011

San Ramón Nonato - 31 de agosto

Ramón nació en España en el año 1204. Fue sacado del vientre de su madre ya fallecida, y por ese motivo se lo llamó Nonato. Desde joven ya tuvo inclinaciones hacia la vida religiosa pero tuvo la dura reprobación por parte de su padre que le impedía dedicarse a esa vida. Finalmente, luego de superar innumerables problemas, logró la aprobación de su padre para abocarse a la vida religiosa. Ingresó en la orden de Nuestra Señora de la Merced, una orden que hacía poco se había fundado y cuya misión era rescatar del cautiverio de los musulmanes a muchos fieles que habían sido esclavizados por estos fanáticos religiosos.
Ramón, dotado de una gran inteligencia, aprobó rápidamente las diferentes materias que componían las disciplinas eclesiásticas y de esa manera fue ordenado sacerdote por el propio fundador de la orden: San Pedro Nolasco.
Tenía una enrome capacidad misionera (propia de la orden) y fue designado para misionar en Algeria (queda al norte de África, entre Libia, Túnez y Marruecos), donde liberó a cientos de esclavos fieles a Jesús mediante trueques con cosas de valor.
La situación se empezó a poner difícil con el paso del tiempo ya que los recursos económicos su fueron agotando y ya no se podía negociar con los musulmanes la liberación de los esclavos.
En esa situación y viendo que la fe de muchos de los cristianos se iba desvaneciendo a causa de las terribles torturas, Ramón decidió tomar el lugar de ellos como rehén.
A pesar del trato inhumano y las despiadadas torturas, no dejaba de predicar la Buena Noticia a los demás prisioneros. Era tal la crueldad que, enterados de que Ramón predicaba y hacía mantener la fe a muchos cristianos, le perforaron los labios y le pusieron un candado para que no predicara más.
Casi con un año de prisión, Ramón fue liberado, pero su salud ya estaba totalmente deteriorada.
Debido a todo lo que había hecho en favor del cristianismo, El Papa quiso premiarlo elevándolo a cardenal
Durante el viaje de Ramón hacia Roma, la salud del humilde y valiente sacerdote llego a su fin a causa de los crueles tratos sufridos en su cautiverio. Murió el día 31 de agosto de 1240 a los 36 años de edad.
Es el santo protector de todas las mujeres embarazadas.
Teniendo en cuenta el año de su nacimiento (1204) y el año de su muerte (1240), podemos nombrar a los santos Padres que tenían a su cargo el timón de la Iglesia durante ese periodo de tiempo:
Inocencio III (1198-1216) - Honorio III (1216-1227) - Gregorio IX (1227-1241)
 

martes, 30 de agosto de 2011

Santa Rosa de Lima - 30 de agosto

Celebramos hoy a una joven peruana que es Patrona de América Latina, y que rechazó el matrimonio con un joven rico porque prefirió la intimidad exclusiva con Jesucristo.
La virginidad es una opción legítima y posible, si pensamos que es posible derramar la sangre y entregar la vida por Cristo. Entregarlo todo por amor a Dios, venderlo todo, como propone el Evangelio de hoy, puede incluir las necesidades y las inclinaciones del cuerpo. Nada excluye que la renuncia a la actuación sexual y a la procreación sea también un modo de entregarse al amor de Dios y de dar otra orientación a las propias energías afectivas y sexuales.
El texto evangélico nos ofrece dos pequeñas parábolas unidas: la del tesoro y la de la perla fina. Parecen iguales, peo en realidad el mensaje no es el mismo, porque cada una muestra un aspecto diferente de nuestra relación con Dios. Ambas hablan del Reino de Dios, que en realidad es Dios mismo reinando con su presencia en este mundo. Pero la primera parábola dice que Dios es algo muy valioso que nosotros podemos encontrar. Haberlo encontrado a él, por pura gracia, porque él se dejó encontrar, es hallar un tesoro; y si verdaderamente lo hemos encontrado, eso nos llena de gozo, y comprendemos que vale la pena entregarlo todo por ese tesoro. Está escondido, pero escondido en medio de las cosas de nuestra vida. La segunda parábola, en cambio, dice que Dios es como un comerciante. Él no es la perla fina, sino un comerciante que anda buscando perlas finas. Pero ¿cuáles son las perlas finas? Evidentemente somos  nosotros, que para sus ojos de Padre tenemos un inmenso valor. Nos queda por preguntar qué precio está dispuesto a pagar Jesús por esas perlas finas, la respuesta es: su Preciosísima Sangre. Por eso nos busca. Vemos así que las dos parábolas unidas nos invitan a dos actitudes diferentes: por una parte, a reconocer a Dios como el mayor tesoro y a amarlo con gozo y con todo el ser, y por otra parte, a dejarnos amar por él, a dejarnos encontrar, a experimentar con gozo su mirada de amor.
Precisamente, en los santos que se proponen como modelo de virginidad, como Rosa de Lima, lo que más se destaca no es su rechazo a la sexualidad, sino un apasionado y fervoroso amor a Dios, con el deseo de entregarle todo, sin compartirlo con nadie más. En santa Rosa de Lima resplandece esta opción, que en realidad no es más que el reflejo de la virginidad del mismo Jesús.
En este contexto, el amor al prójimo se convierte en una entrega libre y generosa por los demás, que no necesita la respuesta afectiva o la atención de ellos, porque se alimenta del amor a Dios que se recibe con intenso gozo, que se convierte en lo único verdaderamente necesario. No es dejar de amar a los demás, sino amarlos intensamente, pero con libertad interior.
De hecho, aunque amaba la soledad con Dios, Rosa visitaba frecuentemente a los enfermos y ayudaba mucho a los pobres de Lima, y decía que si no hubiera nacido mujer se habría dedicado a la evangelización de los indígenas. (Víctor Fernández).

lunes, 29 de agosto de 2011

San Juan Bautista - 29 de agosto

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA


La Iglesia siempre ha celebrado la fiesta de los santos en el día en que se conmemora su muerte, porque es el día de su ingreso en la gloria. El 29 de agosto se conmemora el martirio de san Juan Bautista, pero como cosa excepcional se celebra también la fiesta de su nacimiento (24 de Junio).
Aparte de Jesús y de la Santísima Virgen María, san Juan Bautista es el único santo que se lo celebra en dos oportunidades dentro del año litúrgico de la Iglesia (24 de junio-nacimiento y 29 de agosto-muerte).
Para esta celebración, la liturgia de la Iglesia asocia este hecho con lo relatado en el Evangelio según san Marcos (6, 17-29).
Este texto nos narra la muerte de san Juan  el Bautista, donde se muestra que el poder de la apariencia social y de la vanidad es tan fuerte que puede torcer las mejores intenciones. Porque Herodes admiraba a Juan, lo protegía, lo consultaba y lo escuchaba, pero no podía negarse a entregar la cabeza de Juan para no quedar mal delante “de los convidados” (6,26).
Hasta ese momento, Herodes respetaba a Juan. Quedaba perplejo cuando Juan le reprochaba que conviviera con la mujer de su hermano; pero a pesar de eso lo apreciaba y se sentía atraído por su predicación. Sin embargo, la palabra del profeta no había logrado llegar al corazón, donde se toman las decisiones más profundas. Allí tenían más poder las habilidades de una mujer, que conociendo las debilidades del rey, encontró la ocasión adecuada para acorralarlo, de manera que tuviera que optar entre su propia fama y la vida del hombre que admiraba. Ella sabía bien cuál era la escala de valores del hombre que compartía su lecho.
Herodes manda a decapitar a Juan. y aquí nos encontramos con el martirio de Juan el Bautista, que se nos presenta como testigo de la luz. Él era como el centinela que espera la salida del sol para anunciarlo a los demás (Jer 31,6). También su muerte injusta simboliza y anuncia la muerte de Jesús. Juan era un hombre santo y atractivo, pero era sólo el lucero que anunciaba el nacimiento del día, la llegada del sol, y frente al sol desaparece. Él mismo, precisamente porque era santo, tenía el deseo de desaparecer para que pudiera brillar Jesús. Él se alegraba de saber que su pequeña luz se apagaba ante la llegada del verdadero sol (Jn 3, 29-30). (Víctor Fernández).


miércoles, 24 de agosto de 2011

San Bartolomé - 24 de Agosto


Bartolomé - Natanael
 Exégesis del Papa Benedicto XVI

En la serie de los Apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy nuestra atención se centra en el apóstol Bartolomé. En las antiguas listas de los Doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que varía el nombre de quien lo precede y que puede ser Felipe:

“Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó”. (Mt 10, 2-4).

“Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó”. (Mc 3, 16-19).

“Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor”. (Lc 6, 14-16)

O bien Tomás:
“Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago”. (Hech 1, 13).

De Bartolomé no existen noticias relevantes, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce citadas anteriormente y, por tanto, no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración.
Pero tradicionalmente se lo identifica con Natanael: un nombre que significa “Dios ha dado”. Este Natanael provenía de Caná: “Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos” (Jn 21, 2), y por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran “signo” realizado por Jesús en aquel lugar (Las bodas de Caná – Jn 2, 1-11).
La identificación de los dos personajes probablemente se debe al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de San Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los Apóstoles referidas por los otros evangelios.
A este Natanael Felipe le comunicó que había encontrado a “ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1, 45). Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1, 46). Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. En efecto, nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret: ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?”. (Jn 7, 42). “Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial” (Miq. 1, 1). Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos. Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente “de Nazaret”, sino que había nacido en Belén y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.
La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión: en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras, Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa: “Ven y lo verás” (Jn 1, 46).
Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: “Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4, 42).
Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: “Dichoso el hombre… en cuyo espíritu no hay fraude” (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: “¿De qué me conoces?” (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Jn 1,48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Jn 1, 49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presenta un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quién es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.
Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé. En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular. Pensemos en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.
Sus reliquias se veneran en Roma, en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina, adonde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983. Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando entre nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte.

Reflexión de Víctor Fernández (Jn. 1, 45-51)

En este pasaje del Evangelio se relata el primer encuentro de Jesús con sus discípulos. Encuentro que transcribe la novedad, el entusiasmo, la alegría, la intimidad entre ellos.
El único importante en este texto es Jesús, que así como se encontró con sus discípulos, también quiere encontrarse con todos nosotros.
Jesús le dijo a Felipe “sígueme”, esa fue la palabra bendita, la palabra colmada de motivaciones sobrenaturales que penetró en el corazón de Felipe, como en el de Natanael, o más adelante en el de Mateo y el de tantos otros.
Y a nosotros también Jesús nos habrá dicho en algún momento de nuestras vidas que lo siguiéramos. Hay diferentes formas de llegar al Señor, Juan evangelista y Andrés lo siguen por iniciativa propia después de oír las palabras de Juan el bautista que lo identificaba a Jesús como “El Cordero de Dios”; Pedro, lo hace por mediación de su hermano Andrés; Felipe porque lo llama directamente Jesucristo.
Dios se vale de muchos medios para llamar a los hombres, a algunos los llama directamente, para otros se vale de alguna circunstancia de la vida, a otros los llama por intermedio de otras personas, en realidad no importa el medio, sino que sepamos nosotros escuchar y seguir su voz.
La mejor forma de retribuir a ese llamado, es de convertirnos en sus apóstoles anunciándolo a todas aquellas personas que no tienen la dicha de conocerlo y que tienen la desdicha de no conocer el camino de la verdad.
De la boca de los discípulos van surgiendo distintos “nombres” que describen la misión del Señor y van engrandeciendo su nombre. Primero Juan lo llama “Cordero de Dios”, y luego lo llama “Maestro”; Andrés lo llama “Mesías”; Felipe lo designa como “el anunciado por Moisés y los Profetas” y finalmente, Natanael, lo confiesa como el “Hijo de Dios, Rey de Israel”.
Podríamos preguntarnos nosotros si lo reconocemos como el “Cordero de Dios” si realmente nos interesa que él nos haya salvado a costa de su propia sangre; podríamos mirar nuestro corazón para ver si en realidad lo reconocemos como nuestro “Maestro”, o tal vez ya hemos aprendido todo; podríamos plantearnos si realmente lo aceptamos como el “Mesías”, porque advertimos que él es aquel que estaba esperando nuestro corazón necesitado; o si creemos en verdad que él no es uno más, sino el verdadero Hijo de Dios, Soberano de nuestras vidas.

“Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”


Este es un elogio que recibe Natanael del propio Jesucristo.
Ser un verdadero israelita, significa que reconocía a Yahvé como al único y verdadero Dios y que permanecía fiel plenamente a su divina ley. Bartolomé, era un hombre de carácter firme, seguro, valiente, incapaz de ocultar sus ideas y convicciones
Y así como Jesús dijo que Natanael era un “verdadero israelita”, que lindo sería que la gente que nos conoce a nosotros pueda decir que somos “verdaderos cristianos”.
Esencialmente el verdadero cristiano es de ojos limpios y en consecuencia de corazón limpio y obras limpias.
Hermanos, Jesús se hace sentir a quienes lo buscan con sencillez y rectitud. Se revela a ellos, hace sentir su espíritu y los llena de gracia.
Ojalá que nosotros podamos ver como Bartolomé, “el cielo abierto y los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre” (v. 51).

Demos gracias a Jesús por habérsenos manifestado de algún modo, en algún momento de nuestras vidas, y pidámosle nos conceda la gracia de poder anunciarlo a otras personas que viven en la oscuridad y necesitan de su luz, tanto o más que todos nosotros.

Otras opiniones

“A Bartolomé, la tradición posterior lo identificó algunas veces –sin mayor fundamento- con Natanael” – (Luis H. Rivas).

“Sin razón identifican algunos exegetas a Bartolomé con Natanael. Bartolomé, hijo de Tolmat, se llamaba Neftalí. Después de haber predicado en la India y Armenia, sus reliquias están en Roma, mientras que Natanael, después de haber predicado en Mauritania y en Bretania, descansa en Treuga, que es León de España”. – (Beata Ana Catalina Emmerick –en su libro de Visiones y Revelaciones)

martes, 23 de agosto de 2011

¡Ay de ustedes, que descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! (Mt 23, 23)

Una de las leyes judías era pagar la décima parte de lo que se ganaba (el diezmo). Jesús comenta, con cierta ironía, que los fariseos, para aparecer como perfectos cumplidores de la ley, pagaban la décima parte hasta de las especies y hiervas: la menta, el anís y el comino.
Pero Jesús muestra también que esa minuciosidad no significaba que ellos fueran fieles a Dios, porque en realidad les faltaba cumplir lo esencial: no eran justos, porque se quedaban con bienes ajenos, y tampoco eran misericordiosos, porque vivían burlándose de los errores ajenos.
Por eso Jesús los compara con las personas que limpian muy bien las copas por fuera, para cuidar la apariencia, pero se olvidan de limpiarlas por dentro, donde las copas deberían estar impecables para su uso, donde es realmente importante que estén bien limpias.
Frente a estos reproches de Jesús convendría que cada uno se preguntara si no le sucede algo parecido. A veces gastamos muchas energías para cuidar nuestra imagen ante los demás, pero dedicamos poco tiempo y esfuerzo para cuidar lo verdaderamente importante, lo que realmente somos, nuestra verdad interior. Eso que sólo Dios ve, pero que es lo que realmente somos, se llama “corazón”. Y la Biblia dice que es lo que más debe cuidar el hombre: “Por encima de todo cuida tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida” (Prov. 4, 23) (Víctor Fernández).

lunes, 22 de agosto de 2011

22 de Agosto – Santa María Reina

El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina.
María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.

Un poco de historia

La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.

María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.

María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.

María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.

La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.

La liturgia de la Iglesia asigna para este día el Evangelio según San Lucas (1, 26-38).
El ángel Gabriel le dice a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. el “alégrate” lo remplazamos comúnmente por el “salve” que empleamos en la oración “Dios te salve, maría...” el “salve” tiene un sentido muy latino, pero no castellano; en nuestra lengua se expresa mejor la idea por el “alégrate”, que es una felicitación por haber sido favorecida por Dios con la plenitud de su gracia.
Otro motivo de felicitación que el ángel da a María es el “Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”
De María ya no se dice, como de Zacarías e Isabel, que era una fiel cumplidora de la ley; se da un paso muy adelante, cuando el ángel la llama “llena de gracia”, favorecida con la plenitud del don de Dios, plenitud de gracia, que incluye no solamente la inmunidad del pecado original, sino también el conjunto de todas las virtudes y dones que nos hacen agradables a Dios.
Esta plenitud de gracia que hallamos en María Santísima nos concederá cuantas gracias necesitemos, para cumplir con la misión que la divina providencia nos haya encomendado en nuestra vida; eso sí, nuestro esfuerzo por aumentar de continuo la gracia he de ser permanente y sostenido

“Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que fue anunciado de parte del Señor”
A María se la llama también “la que ha creído”; si el primer testamento comenzó con el acto de fe de Abraham que creyó y por eso fue proclamado “padre de los creyentes”, el nuevo testamento se inició con el acto de fe de María en las palabras del ángel. nada de esto permaneció oculto a Isabel y así a María la llama “la Madre de mi Señor”, es decir, de mi Dios.
María creyó, ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe; así se convierte María en Maestra de la fe, aceptando incondicionalmente lo que se le anuncia de parte de Dios, sin entender ella de cómo se llevaría a cabo aquel plan divino.
Y esta actitud de fe de María es la que debemos tratar de imitar. Así como ella, a pesar de no entender cómo podía llegar a ser Madre sin la participación de un hombre, se humilla ante dios y acepta por fe su designio, también nosotros debemos aceptar por fe todos los designios del Señor y sobre todo aquellas cosas que nos resultan incomprensibles debido al dolor que nos causa. Muchas veces son pruebas de dolor que no alcanzamos a comprender, pero nunca Dios nos enviaría esas pruebas de dolor si es que después no pudieran redundar en beneficio espiritual nuestro para nuestra propia santificación.
María Santísima es el “sagrario viviente” de Jesús y dispensadora de las gracias de Jesús y del Espíritu Santo.
También nosotros nos comportamos como sagrarios vivientes de Jesús cuando comulgamos. (Víctor Fernández).

Pidámosle a la Virgen Santísima que interceda por nosotros, para que nuestro corazón se admire ante el misterio del hijo de Dios hecho hombre en su seno santo, y nos preparemos para decir “sí” a los planes de Dios

Homilía de Monseñor Andrés Stanovnik en el encuentro catequístico arquidiocesano en San Cayetano - Corrientes el 21/08/2011

Queridísimos catequistas: Con esta palabra, “catequistas”, englobamos a todos, incluyéndome a mí, también acá, a los sacerdotes.
Es impresionante si uno se pone a pensar que, Dios, el Creador del Universo, confía en nosotros, los que estamos aquí, en esta nuestra iglesia particular, cincuentenaria como arquidiócesis, confía en nosotros, la comunicación de “Él” a “nosotros”. Es impresionante pensar que “Él” se abandona a “nosotros”. Sin “nosotros”, no se comunica a “los otros”. La segunda lectura decía en unas de sus partes: “¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!”
Quién se iba a imaginar que el Creador del universo iba a confiar en nosotros. ¡Qué hermosa vocación! ¡Llamados nada menos que llevarlo a “´El” a “los demás”.
El veintiuno de agosto, que es hoy, la iglesia celebra la memoria de San Pio X y ese motivo coincide con la fecha del catequista. Dos palabritas sobre San Pio décimo. Sabemos que tenemos una Parroquia muy cerca, aquí, en la Ciudad de Corrientes que está bajo la advocación de este gran Papa. En este momento, se está preparando para la procesión y la misa central para celebrar la fiesta patronal. Nos sentimos en comunión con ellos. Este Papa fue un gran catequista. Le tocaron vivir tiempos muy difíciles y muy parecidos a los nuestros. En ese tiempo se difundían ideas que confundían a muchos cristianos como también sucede hoy. Por eso este Papa le dio mucha importancia a la doctrina. Cuando uno dice “doctrina” dice, “ideas”, ideas claras, bien articuladas, ideas claras sobre qué, sobre las verdades que surgen del Evangelio. Dicen que él mismo enseñaba catecismo en uno de los patios de ahí, del Vaticano. Él mismo ejercía esta hermosa misión como catequista y exhortaba a todos con urgencia a enseñar, a enseñar la doctrina. Algunos de los errores, de esos errores de aquellos tiempos, estamos hablando de fines del mil ochocientos, principios del mil novecientos, época en que vivió San Pio X. Errores parecidos a los nuestros, que ya empezaron aquél tiempo y hoy están en vigencia por ejemplo sobre la vida del niño por nacer, no es de hoy esto, sobre la familia y el matrimonio, sobre el sexo desvinculado del amor, de la responsabilidad y del amor y de la felicidad. En medio de esa turbulencia, Pio X no perdió, ni la serenidad ni el buen humor ¿por qué? Porque confiaba en Dios, porque ponía su vida en las manos bondadosas de la Virgen María. Él sabía que Ellos no le podían fallar. Para él, para Pio X, el misterio de comunión misionera, tenía un rostro hermoso y se llama Iglesia y esa Iglesia es el Cuerpo de Cristo que le daba a él, seguridad, lo llevaba por el camino de la verdad y lo hacía sentir libre para amar. En estos días, el Papa Benedicto XVI les decía a los jóvenes, en la jornada mundial de la juventud que se clausuró durante esta jornada en Madrid, les decía así: “Hay palabras que solamente sirven para entretener y pasan como el viento. Otras, instruyen la mente en algunos aspectos. Las de Jesús en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto se quedan vacías, las palabras, y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él y de ese modo Cristo sigue siendo lejano como una vos, entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El maestro que habla, Jesús, no enseña lo que aprendió de otros sino, lo que Él mismo es. El único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios porque es Él mismo que lo ha abierto para nosotros. Lo ha creado para que podamos alcanzar vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en todo circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir”. Hasta aquí, lo que les decía el Papa Benedicto XVI a los jóvenes. Pero también advirtió el Santo Padre sobre un grave error que trae consecuencias muy negativas para la vida de las personas y exhortó a los jóvenes a no dejarse engañar. ¿En qué consiste ese error? Escuchemos junto con los jóvenes que estuvieron con el Papa lo que Él les dijo: “Hay muchos que creyéndose “dioses”, con minúsculas, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad, lo que es verdad o no. Lo que es bueno o malo. Lo justo y lo injusto. Estas tentaciones están siempre al asecho. Es importante no sucumbir a ellas porque en realidad conducen a algo evanescente, como una existencia sin horizonte, una libertad sin Dios. Nosotros en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres a imagen de Dios precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y el bien, responsables de nuestras acciones y no meros ejecutores ciegos sino colaboradores creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación, y terminaba diciendo el Papa, por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida capaz de humanizar a todo hombre?”  Qué nos está diciendo el Papa: ante todo advierte que hay un grave peligro de no escuchar a Dios y por lo tanto de hacer la propia vida como a uno le gusta. Es el error más grave que puede cometer una persona porque encamina su vida lejos de Dios y lejos de Él, solo hay vacío, confusión y oscuridad. En cambio, si nos abrimos a Dios, encontramos en Él, eso que ustedes compartieron hoy, encontramos en Él, misterio de comunión misionera es decir, amor de Dios al que nos acercamos con los pies descalzos con mucho respeto pero con enorme confianza. ¿Qué es eso de misterio de comunión misionera? ¿Es algo que se puede ver, tocar, oír, sentir o son solo ideas abstractas? Miren, cuando decimos misterio de comunión misionera, se tiene que empezar a dibujar en nuestra mente y en nuestro corazón, el rostro de Jesús como sucede una pantalla con palabras que se van transformando y en su lugar, empieza a aparecer un rostro, y ese rostro nos mira con amor y nos llama a ser sus amigos. Entonces vale la pena acercarse, conocerlo más y hacer que otros también lo conozcan. La catequesis es iniciar, hacer entrar a otros al conocimiento y a la experiencia de hacerse amigos de Jesús. Él nos hace entonces comunión misionera. Él nos atrae con su amor, nos hace sus amigos y amigos entre nosotros para ir entonces a contarle a otros que es hermosa esa amistad y es hermoso encontrarse en la iglesia para celebrarlo presente en medio de nosotros.
Ahora recordemos brevemente la Palabra de Dios que hemos escuchado que siempre es Luz que orienta nuestra vida. En la primera lectura escuchamos que Sebná, mayordomo del palacio es destituido por corrupto (en ese tiempo lo destituían, hoy, lo condecoramos) bueno, es destituido por corrupto y en su lugar, el profeta anuncia que Dios pondrá a Eliaquím en su lugar a quien le conferirá –aquí está el punto central- la potestad de las llaves del palacio del rey. El que tiene las llaves es el que custodia, el que abre y cierra, el que inicia, introduce, contiene, acoge, las llaves son signos de poder. En el Evangelio, Jesús, luego de que Pedro lo confiesa como el Mesías, le entrega las llaves, pero antes, Jesús lo declara feliz porque llegó a esa confesión por una revelación del Padre y no porque partió de él solo. No fue la carne ni la sangre, se aclara en el texto. Los nuevos vínculos que nacen de esa nueva relación -por la confesión Jesús es el Mesías- son vínculos nuevos que Dios establece con nosotros. El que se apoya en Él –en el Mesías, en Jesús- es como Pedro, roca, con un vínculo que nada lo podrá romper. El que construye los vínculos al estilo de Jesús y lo hace con Él, empieza a vivir en amistad con Él y a relacionarse con los otros al modo de Jesús. Eso significa construir sobre roca. Las llaves para entrar en ese misterio de comunión que es la Iglesia, para iniciarse como discípulo, amigo de Jesús y luego ser enviado a anunciarlo a otros fueron confiadas a Pedro y a sus sucesores. Por eso, la Iglesia es casa segura, allí encontramos la Palabra Verdadera, ésa que da vida, allí renovamos y fortalecemos los vínculos con Dios y con los hermanos y allí compartimos y desde allí somos enviados a la misión. La misión, entonces del catequista, está muy cerca de las llaves de Pedro porque recibe la delegación para usarlas a favor de los niños o también para el caso de los adultos que Dios pone en su camino. Con el poder de esas llaves, por medio del catequista, El Espíritu Santo abre la mente y el corazón de los niños a la Palabra de Dios, les enseña el amor de Jesús y los lleva a la comunión de la Iglesia. Así con este congreso Arquidiocesano nos vamos preparando para el tercer congreso catequístico nacional. Queremos anticipar la aurora, construir la esperanza. Y anhelamos anticiparla con nuestros sentimientos y construirla con nuestras acciones como catequistas. Anticipar la aurora, es preparar el camino a Jesús que viene. Apurando esa preparación para que llegue cuanto antes. Mientras preparamos ese camino para Él, con Él ya estamos construyendo la esperanza. Nuestra esperanza no es una ilusión, es Jesús, a quien todavía no vemos cara a cara pero sentimos que está con nosotros, por eso lo celebramos y que viene para manifestarse en toda su hermosura y plenitud y por eso lo esperamos con ansias y se lo contamos a todos para que sean muchos los que compartan con nosotros la fe en Él, en Jesús y el amor a la Iglesia este maravilloso misterio de comunión misionera. Que así sea.

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sábado, 20 de agosto de 2011

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. (Mt. 16, 16)

Este domingo empezaremos a transitar la XXI semana del tiempo ordinario correspondiente al ciclo A.
La Buena Noticia de este domingo (Mt 16, 13-20),
nos presenta a Jesús haciendo un alto en su actividad entre la gente para dirigirse a los discípulos y hacerles descubrir algo más de los planes del Padre. Comienza preguntándoles qué decía la gente sobre él, quien era él para la gente. Ellos respondieron indicando que la gente en general estaba admirada con su persona, que lo consideraban un gran profeta vuelto a la vida.
Pero el interés de Jesús estaba sobre todo en la siguiente pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro tomando la palabra le responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Es la confesión de Pedro, es la aceptación de Cristo como el Hijo de Dios vivo. Pedro toma posición definitiva frente a Cristo.
A través de este texto, Jesús nos mira a los ojos y se dirige a cada uno de nosotros para preguntarnos: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?”. Cada uno de nosotros debería sentirse interpelado por esta interrogación y preguntarse a sí mismo cuál es el lugar real que Jesús está ocupando en su vida, si sigue siendo el rey y el Señor, si todavía es fuente de alegría y de paz, si todavía nos está impulsando a entregar nuestras vidas, a amar, a servir con generosidad. (Víctor Fernández)

jueves, 18 de agosto de 2011

“El primero que salga de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva victorioso, pertenecerá al Señor y lo ofreceré en holocausto” (Jue. 11, 31)

En la primera lectura (Jue. 11, 29-39) que nos ofrece este jueves de la XX semana del tiempo ordinario, año impar, el libro de los Jueces nos relata el episodio en el cual Jefté (el séptimo Juez de la historia de Israel) promete a Dios, en el caso de que el Señor le conceda la victoria en la batalla contra los amonitas, un holocausto. Ese holocausto consistía en sacrificar a la primera persona que saliera de su casa (la de Jefté) para recibirlo victorioso.
Dios le concedió una terminante victoria a Jefté sobre los amonitas y estos, quedaron sometidos al pueblo de Israel.
Cuando Jefté regresó a su casa victorioso, la primer persona que lo recibió fue su propia y única hija que danzaba al son de panderetas.
Luego de un corto lapso de tiempo, Jefté, totalmente destrozado, cumplió su promesa ofreciendo a Dios en holocausto a su hija.
Dijo San Jerónimo: “Fue necio hacer esa promesa, e impío en cumplirla” San Agustín: “Creo que Dios permitió que fuese la hija de Jefté la primera que se presentase delante de éste, para castigar la temeridad de su voto”
Tiempo atrás, Dios pidió a Abraham el sacrificio de su hijo Isaac para probar su fe, pro no permitió que se consumara el sacrificio. En la piedad ignorante popular perviven semejantes errores, mezcla de buena voluntad y superstición ancestral, con lo que se pretende chantajear o sorprender a Dios.
La promesa tal como la hizo Jefté, es interesada. ¡¡¡¡¡¡¡Si me das esto, entonces hago esto otro!!!!!!! ¿Acaso esto (hacer diversas promesa a Dios durante nuestra vida), nos hace recordar algo personal que nos haya ocurrido a nosotros mismos o hemos visto algo parecido en algún familiar o amigo? ¿Es que realmente pensamos que Dios necesita algo que Él no tenga, sólo para hacernos un favor a nosotros? Dios no es un negociante, ni espera que hagamos algo para hacer él otra cosa o culparnos si no lo hicimos. Nuestra vida no es prometer negociando con Dios, sino, comprometiéndonos a vivir su Amor, aceptando y cumpliendo su Voluntad como lo hizo su Hijo Jesús.

miércoles, 17 de agosto de 2011

“¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?” (Mt. 20, 15)

En la parábola de los obreros de la última hora, los trabajadores convocados a la mañana recibieron la promesa de un pago determinado y estuvieron de acuerdo. Terminada la jornada, el dueño de la viña les pagó lo prometido. Pero el dueño de la viña quiso pagarles la misma suma a los que sólo habían estado una hora trabajando. Al hacerlo no fue injusto con los primeros, ya que les pagó lo que les correspondía. Pero eran corazones egoístas, incapaces de alegrarse con el bien ajeno.

Esta enseñanza del Señor, es una advertencia para los que ya han hecho un camino en la vida cristiana y pretenden ser los primeros; es una amonestación para los que sienten que tienen más derechos que los demás, como si en el Reino de Dios las cosas funcionaran a la manera de una empresa, como si el amor divino tuviera que someterse a la matemática.

Dios es el Señor absoluto de sus bienes y los reparte libérrimamente en todos. San Pablo nos dice: “Es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere” (1Cor 12, 11).

Esto nos puede llevar a que nos preguntemos cuánto hemos trabajado por la gloria de Dios y qué es lo que estamos haciendo ahora y si podremos hacer algo más de lo que estamos haciendo.

Nunca debemos mirar tanto lo que hemos hecho, cuanto lo que resta por hacer; que nos sirva de aliento y esperanza lo que hemos hecho por el Señor y que eso nos sirva como aliciente y estímulo para la enorme cantidad de cosas que nos resta por hacer.

Si amor con amor se paga, generosidad con gratitud se complementa: generosidad por parte de Dios, gratitud de parte nuestra (Víctor Fernández, Alfonso Milagro).

martes, 16 de agosto de 2011

“Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”. (Mt. 19, 30)

Lo que Jesús enseña es que puede suceder que los que recibieron la gracia y el llamado primeramente no merezcan tanto como los llamados a última hora; no es el tiempo del llamado, sino la generosidad de la respuesta lo que nos va a acercar a Dios, consiguiéndonos la salvación y la santificación; no basta, por otra parte, comenzar, si no se persevera en la práctica del bien y de la virtud; no basta responder, sino que es preciso responder con generosidad a las gracias recibidas.
San Beda (santo ingles del siglo VIII) ilustra esta frase de Jesucristo de esta forma: “fíjate en Judas, que de apóstol se convirtió en apóstata, y aprende que muchos primeros pueden ser últimos. Fíjate en el buen ladrón, que el mismo día en que fue crucificado por sus pecados, gozó con Jesucristo en el Paraíso de la gracia de la fe y aprende que también los últimos pueden llegar a ser los primeros”. (Alfonso Milagro)

lunes, 15 de agosto de 2011

UNA ORACIÓN PARA MAMÁ

Madre Santa, Madre nuestra
bendícenos y protégenos contra todo mal.
Danos fuerzas para perseverar siempre
y crecer cada día más
en la fe, la oración, la esperanza y la caridad.
Cuida que nunca nos apartemos
del camino que nos conduce hacia la luz.
Intercede por nosotros en los momentos de enfermedad
dándonos consuelo, fortaleza y valor.
Enséñanos a aceptar y a cumplir la voluntad de Dios.
Ayúdanos a triunfar en el estudio y en el trabajo.
Y no permitas que nos falte nunca
el pan espiritual y el pan material.
Te lo pedimos por tu Hijo Jesús que es Dios
y vive y reina contigo en el cielo
Amén.

sábado, 13 de agosto de 2011

“SEÑOR, ATIÉNDELA, PORQUE NOS PERSIGUE CON SUS GRITOS”.

Nos cuenta el Evangelio de este 20° domingo durante el año que una mujer cananea (pagana) salió al encuentro de Jesús suplicándole a gritos que sanara a su hija que se encontraba atormentada por un demonio. Ante la “aparente” negativa del Joven Nazareno de concederle a esta mujer lo que le pedía por tratarse de una pagana (no pertenecía al pueblo elegido por Dios, Israel), la mujer insistía y gritaba siguiendo a Jesús y a los apóstoles. Era tanta la insistencia que los apóstoles le piden a Jesús que la atienda.
Tal vez, en esta oportunidad, la actitud de los apóstoles no estaba movida por la caridad y así más bien obraron por comodidad.
Este hecho nos debe llevar a analizar con frecuencia cuales son los móviles de nuestras acciones buenas.
Cuando ayudamos de alguna manera a alguien ¿lo hacemos realmente por compasión, por amor hacia esa persona o simplemente lo hacemos movidos por nuestra propia vanagloria, o tal vez en pos de nuestra propia comodidad, para sacarnos el “problema” de encima cuanto antes?

viernes, 12 de agosto de 2011

“QUE EL HOMBRE NO SEPARE LO QUE DIOS A UNIDO”

El matrimonio para Jesús no es un simple acuerdo de dos que alegremente deciden convivir por una conveniencia egoísta y para satisfacer sus necesidades primarias; es mucho más que eso, porque es hacerse “una sola carne”, y en el matrimonio es Dios mismo el que sella la unión.
Al percibir en las palabras de Jesús la tremenda seriedad del matrimonio los discípulos se asombran, habituados como estaban a la realidad social de su época, donde el varón tenía amplias libertades para cambiar de mujer. Y llegan a decir que, si es así, es mejor no casarse. Pero Jesús responde que eso, que humanamente es difícil de comprender –una fidelidad para toda la vida- puede vivirse gracias a un “don de Dios” (v. 11). Y completa su explicación mostrando que esa fidelidad es posible puesto que también es posible que algunos renuncien a la sexualidad por el Reino de Dios, aunque también eso parezca difícil de aceptar (v. 12) (Víctor Fernández).

ORACIÓN: “Señor, otorga la gracia de la fidelidad a los que se han unido en matrimonio; concédeles que realmente se sientan una sola carne, que vivan el gozo de pertenecerse el uno al otro a pesar de todo y sepan superar las dificultades que amenazan al amor”.