lunes, 29 de agosto de 2011

San Juan Bautista - 29 de agosto

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA


La Iglesia siempre ha celebrado la fiesta de los santos en el día en que se conmemora su muerte, porque es el día de su ingreso en la gloria. El 29 de agosto se conmemora el martirio de san Juan Bautista, pero como cosa excepcional se celebra también la fiesta de su nacimiento (24 de Junio).
Aparte de Jesús y de la Santísima Virgen María, san Juan Bautista es el único santo que se lo celebra en dos oportunidades dentro del año litúrgico de la Iglesia (24 de junio-nacimiento y 29 de agosto-muerte).
Para esta celebración, la liturgia de la Iglesia asocia este hecho con lo relatado en el Evangelio según san Marcos (6, 17-29).
Este texto nos narra la muerte de san Juan  el Bautista, donde se muestra que el poder de la apariencia social y de la vanidad es tan fuerte que puede torcer las mejores intenciones. Porque Herodes admiraba a Juan, lo protegía, lo consultaba y lo escuchaba, pero no podía negarse a entregar la cabeza de Juan para no quedar mal delante “de los convidados” (6,26).
Hasta ese momento, Herodes respetaba a Juan. Quedaba perplejo cuando Juan le reprochaba que conviviera con la mujer de su hermano; pero a pesar de eso lo apreciaba y se sentía atraído por su predicación. Sin embargo, la palabra del profeta no había logrado llegar al corazón, donde se toman las decisiones más profundas. Allí tenían más poder las habilidades de una mujer, que conociendo las debilidades del rey, encontró la ocasión adecuada para acorralarlo, de manera que tuviera que optar entre su propia fama y la vida del hombre que admiraba. Ella sabía bien cuál era la escala de valores del hombre que compartía su lecho.
Herodes manda a decapitar a Juan. y aquí nos encontramos con el martirio de Juan el Bautista, que se nos presenta como testigo de la luz. Él era como el centinela que espera la salida del sol para anunciarlo a los demás (Jer 31,6). También su muerte injusta simboliza y anuncia la muerte de Jesús. Juan era un hombre santo y atractivo, pero era sólo el lucero que anunciaba el nacimiento del día, la llegada del sol, y frente al sol desaparece. Él mismo, precisamente porque era santo, tenía el deseo de desaparecer para que pudiera brillar Jesús. Él se alegraba de saber que su pequeña luz se apagaba ante la llegada del verdadero sol (Jn 3, 29-30). (Víctor Fernández).


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