lunes, 22 de agosto de 2011

Homilía de Monseñor Andrés Stanovnik en el encuentro catequístico arquidiocesano en San Cayetano - Corrientes el 21/08/2011

Queridísimos catequistas: Con esta palabra, “catequistas”, englobamos a todos, incluyéndome a mí, también acá, a los sacerdotes.
Es impresionante si uno se pone a pensar que, Dios, el Creador del Universo, confía en nosotros, los que estamos aquí, en esta nuestra iglesia particular, cincuentenaria como arquidiócesis, confía en nosotros, la comunicación de “Él” a “nosotros”. Es impresionante pensar que “Él” se abandona a “nosotros”. Sin “nosotros”, no se comunica a “los otros”. La segunda lectura decía en unas de sus partes: “¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!”
Quién se iba a imaginar que el Creador del universo iba a confiar en nosotros. ¡Qué hermosa vocación! ¡Llamados nada menos que llevarlo a “´El” a “los demás”.
El veintiuno de agosto, que es hoy, la iglesia celebra la memoria de San Pio X y ese motivo coincide con la fecha del catequista. Dos palabritas sobre San Pio décimo. Sabemos que tenemos una Parroquia muy cerca, aquí, en la Ciudad de Corrientes que está bajo la advocación de este gran Papa. En este momento, se está preparando para la procesión y la misa central para celebrar la fiesta patronal. Nos sentimos en comunión con ellos. Este Papa fue un gran catequista. Le tocaron vivir tiempos muy difíciles y muy parecidos a los nuestros. En ese tiempo se difundían ideas que confundían a muchos cristianos como también sucede hoy. Por eso este Papa le dio mucha importancia a la doctrina. Cuando uno dice “doctrina” dice, “ideas”, ideas claras, bien articuladas, ideas claras sobre qué, sobre las verdades que surgen del Evangelio. Dicen que él mismo enseñaba catecismo en uno de los patios de ahí, del Vaticano. Él mismo ejercía esta hermosa misión como catequista y exhortaba a todos con urgencia a enseñar, a enseñar la doctrina. Algunos de los errores, de esos errores de aquellos tiempos, estamos hablando de fines del mil ochocientos, principios del mil novecientos, época en que vivió San Pio X. Errores parecidos a los nuestros, que ya empezaron aquél tiempo y hoy están en vigencia por ejemplo sobre la vida del niño por nacer, no es de hoy esto, sobre la familia y el matrimonio, sobre el sexo desvinculado del amor, de la responsabilidad y del amor y de la felicidad. En medio de esa turbulencia, Pio X no perdió, ni la serenidad ni el buen humor ¿por qué? Porque confiaba en Dios, porque ponía su vida en las manos bondadosas de la Virgen María. Él sabía que Ellos no le podían fallar. Para él, para Pio X, el misterio de comunión misionera, tenía un rostro hermoso y se llama Iglesia y esa Iglesia es el Cuerpo de Cristo que le daba a él, seguridad, lo llevaba por el camino de la verdad y lo hacía sentir libre para amar. En estos días, el Papa Benedicto XVI les decía a los jóvenes, en la jornada mundial de la juventud que se clausuró durante esta jornada en Madrid, les decía así: “Hay palabras que solamente sirven para entretener y pasan como el viento. Otras, instruyen la mente en algunos aspectos. Las de Jesús en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto se quedan vacías, las palabras, y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él y de ese modo Cristo sigue siendo lejano como una vos, entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El maestro que habla, Jesús, no enseña lo que aprendió de otros sino, lo que Él mismo es. El único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios porque es Él mismo que lo ha abierto para nosotros. Lo ha creado para que podamos alcanzar vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en todo circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir”. Hasta aquí, lo que les decía el Papa Benedicto XVI a los jóvenes. Pero también advirtió el Santo Padre sobre un grave error que trae consecuencias muy negativas para la vida de las personas y exhortó a los jóvenes a no dejarse engañar. ¿En qué consiste ese error? Escuchemos junto con los jóvenes que estuvieron con el Papa lo que Él les dijo: “Hay muchos que creyéndose “dioses”, con minúsculas, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad, lo que es verdad o no. Lo que es bueno o malo. Lo justo y lo injusto. Estas tentaciones están siempre al asecho. Es importante no sucumbir a ellas porque en realidad conducen a algo evanescente, como una existencia sin horizonte, una libertad sin Dios. Nosotros en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres a imagen de Dios precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y el bien, responsables de nuestras acciones y no meros ejecutores ciegos sino colaboradores creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación, y terminaba diciendo el Papa, por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida capaz de humanizar a todo hombre?”  Qué nos está diciendo el Papa: ante todo advierte que hay un grave peligro de no escuchar a Dios y por lo tanto de hacer la propia vida como a uno le gusta. Es el error más grave que puede cometer una persona porque encamina su vida lejos de Dios y lejos de Él, solo hay vacío, confusión y oscuridad. En cambio, si nos abrimos a Dios, encontramos en Él, eso que ustedes compartieron hoy, encontramos en Él, misterio de comunión misionera es decir, amor de Dios al que nos acercamos con los pies descalzos con mucho respeto pero con enorme confianza. ¿Qué es eso de misterio de comunión misionera? ¿Es algo que se puede ver, tocar, oír, sentir o son solo ideas abstractas? Miren, cuando decimos misterio de comunión misionera, se tiene que empezar a dibujar en nuestra mente y en nuestro corazón, el rostro de Jesús como sucede una pantalla con palabras que se van transformando y en su lugar, empieza a aparecer un rostro, y ese rostro nos mira con amor y nos llama a ser sus amigos. Entonces vale la pena acercarse, conocerlo más y hacer que otros también lo conozcan. La catequesis es iniciar, hacer entrar a otros al conocimiento y a la experiencia de hacerse amigos de Jesús. Él nos hace entonces comunión misionera. Él nos atrae con su amor, nos hace sus amigos y amigos entre nosotros para ir entonces a contarle a otros que es hermosa esa amistad y es hermoso encontrarse en la iglesia para celebrarlo presente en medio de nosotros.
Ahora recordemos brevemente la Palabra de Dios que hemos escuchado que siempre es Luz que orienta nuestra vida. En la primera lectura escuchamos que Sebná, mayordomo del palacio es destituido por corrupto (en ese tiempo lo destituían, hoy, lo condecoramos) bueno, es destituido por corrupto y en su lugar, el profeta anuncia que Dios pondrá a Eliaquím en su lugar a quien le conferirá –aquí está el punto central- la potestad de las llaves del palacio del rey. El que tiene las llaves es el que custodia, el que abre y cierra, el que inicia, introduce, contiene, acoge, las llaves son signos de poder. En el Evangelio, Jesús, luego de que Pedro lo confiesa como el Mesías, le entrega las llaves, pero antes, Jesús lo declara feliz porque llegó a esa confesión por una revelación del Padre y no porque partió de él solo. No fue la carne ni la sangre, se aclara en el texto. Los nuevos vínculos que nacen de esa nueva relación -por la confesión Jesús es el Mesías- son vínculos nuevos que Dios establece con nosotros. El que se apoya en Él –en el Mesías, en Jesús- es como Pedro, roca, con un vínculo que nada lo podrá romper. El que construye los vínculos al estilo de Jesús y lo hace con Él, empieza a vivir en amistad con Él y a relacionarse con los otros al modo de Jesús. Eso significa construir sobre roca. Las llaves para entrar en ese misterio de comunión que es la Iglesia, para iniciarse como discípulo, amigo de Jesús y luego ser enviado a anunciarlo a otros fueron confiadas a Pedro y a sus sucesores. Por eso, la Iglesia es casa segura, allí encontramos la Palabra Verdadera, ésa que da vida, allí renovamos y fortalecemos los vínculos con Dios y con los hermanos y allí compartimos y desde allí somos enviados a la misión. La misión, entonces del catequista, está muy cerca de las llaves de Pedro porque recibe la delegación para usarlas a favor de los niños o también para el caso de los adultos que Dios pone en su camino. Con el poder de esas llaves, por medio del catequista, El Espíritu Santo abre la mente y el corazón de los niños a la Palabra de Dios, les enseña el amor de Jesús y los lleva a la comunión de la Iglesia. Así con este congreso Arquidiocesano nos vamos preparando para el tercer congreso catequístico nacional. Queremos anticipar la aurora, construir la esperanza. Y anhelamos anticiparla con nuestros sentimientos y construirla con nuestras acciones como catequistas. Anticipar la aurora, es preparar el camino a Jesús que viene. Apurando esa preparación para que llegue cuanto antes. Mientras preparamos ese camino para Él, con Él ya estamos construyendo la esperanza. Nuestra esperanza no es una ilusión, es Jesús, a quien todavía no vemos cara a cara pero sentimos que está con nosotros, por eso lo celebramos y que viene para manifestarse en toda su hermosura y plenitud y por eso lo esperamos con ansias y se lo contamos a todos para que sean muchos los que compartan con nosotros la fe en Él, en Jesús y el amor a la Iglesia este maravilloso misterio de comunión misionera. Que así sea.

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